Instituto Distrital de Patrimonio Cultural

Un cumpleaños para todas y todos: los 56 años del Museo de Bogotá
Un cumpleaños para todas y todos: los 56 años del Museo de Bogotá
El 11 de julio de 1969, en pleno corazón de La Candelaria, nació el Museo de Desarrollo Urbano —hoy Museo de Bogotá— como un espacio destinado a narrar la historia viva de la ciudad. Al cumplir sus 56 años, la celebración se convirtió en un encuentro de varias generaciones que se reunieron para contemplar el Museo de la ciudad con nuevos ojos.

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Durante la tarde del sábado 2 de agosto, la Casa de los Siete Balcones vibró al ritmo de las emociones y las vivencias de cada persona que asistió al evento de celebración. Muchos llegaron movidos por la curiosidad que genera un espacio como el Museo, mientras que otros ya lo tenían programado, venían con una intención clara: vivir la experiencia.

Al interior del Museo se sentía en el aire una mezcla de sonrisas, asombro y un profundo afecto por el lugar. A las afueras, los niños, sentados con colores y crayones en las manos, imaginaban la Bogotá del mañana: en sus hojas aparecían montañas más verdes, calles iluminadas y sueños convertidos en edificios, parques y horizontes.

Niños dibujan afuera del museo de bogotá durante el cumpleaños del museo

Mientras tanto, en una de las salas del Museo, el taller Más allá de los objetos buscó acercar a la ciudadanía a los procesos del Museo que no son visibles al público: la curaduría y la mediación.

Este taller sobre curaduría colectiva abrió una ventana hacia los procesos internos del Museo: cómo se seleccionan objetos, se construyen narrativas y se tejen conexiones. Germán Escobar, quien lideró el espacio y hace parte de los equipos de Curaduría y de Comunicaciones del Museo, invitó a cuestionar lo cotidiano. Preguntó: “¿Qué canción ponemos en la playlist cuando queremos concentrarnos, hacer ejercicio o cocinar?”. Esa pregunta puso en escena lo curatorial: decidir qué elegir, en qué orden y qué emociones generar. Los asistentes se replantearon cómo se construyen los relatos expositivos y cómo los objetos dialogan para construir significado

“Curar es elegir, conectar y construir sentido”, replicó Germán a una de las personas asistentes.

Asistentes escuchan activamente en el museo de bogotá

Y fue desde esa imposibilidad que Pabellón Libertad dejó de ser un relato sobre personas privadas de la libertad para convertirse en algo más íntimo: historias con nombre propio. 

Los testimonios de Anita, Miguel Ángel, Katerin, Katalina, y una persona que prefirió mantenerse anónima, exhibidos en la sala No somos números, permitieron a los participantes vivir una experiencia más cercana. Los reconocieron como lo que son: personas. Y los recordaron durante el recorrido no solo por sus historias, también por sus nombres.

Exposición espacial y propuestas curatoriales

Mientras caminaba entre imágenes que retrataban escenas bogotanas, dos grupos debatían sus enfoques curatoriales:

Pareja camina por exposición del museo de Bogota

Un grupo proponía una narrativa en torno al agua: su ciclo natural, su valor vital, ilustrando con fotos del Río San Francisco y la plaza de mercado.

Otro grupo afirmaba que los roles de cuidado están cambiando: si antes recaían mayoritariamente en mujeres, hoy los hombres también asumen esas responsabilidades.

Grupo de personas al rededor de una mesa con fotrografías en blanco y negro

Ese diálogo silencioso entre piezas revelaba la intención de fomentar lecturas críticas y reflexivas, mostrando que las exposiciones no solo muestran objetos, sino interpretaciones y tensiones históricas y actuales.

Escuchar los comentarios del público era revelador. Muchos ya tenían experiencia en la lectura de exposiciones, y el taller les dio las herramientas para que al momento de vivir la experiencia de otra exposición, puedan comprender a profundidad lo que significa crear una exposición.

Fotografía callejera: mirada urbana en acción

Mientras tanto, en otra sala, la fotografía iba tomando protagonismo. Allí, Gregorio Díaz, quien estaba liderando un taller y hace parte del equipo de Comunicaciones del Museo, explicaba de manera sencilla las “reglas” de la fotografía callejera. “Me sorprendió ver que alrededor de 15 personas asistían con entusiasmo”, afirmó Gregorio.

Gregorio Fotografo deel MDB da las reglas de la fotografía callejera

El taller recorre temas como la composición, las propiedades de la luz y una breve historia del género de la fotografía callejera. La parte práctica fue la más emocionante: los participantes exploraron tres tipos de fotografías: reflejos, colores y ángulos, jugando con distintas dimensiones. Cada captura se convertía en un instante eterno, en un homenaje a la belleza de la ciudad.

Finalmente, salimos juntos a recorrer las calles. Durante veinte minutos, acompañados por Gregorio, tomamos fotos con los celulares. Fueron pocos los instantes, pero suficientes para que surgieran imágenes sorprendentes, llenas de vida y de mirada propia. Cada disparo era un intento de atrapar la esencia de Bogotá y su Museo: esa que brilla con la intensidad del día y se suaviza con el resplandor dorado del atardecer.

MDB_Cumpleaños MdB 2025_NW-6

De regreso al Museo, las mesas de ajedrez se llenaron de desconocidos y amigos que compartían partidas pausadas pero intensas. Otras actividades invitaron a recorrer piezas emblemáticas, como el tranvía de mulas o la Urna Centenaria, y reflexionar sobre cómo objetos y memorias conforman la identidad colectiva.

Las sonrisas que se escuchaban en el salón nacían de los juegos compartidos: eran más que un simple pasatiempo, se convertían en un puente entre generaciones y desconocidos que, por un instante, se sentían parte de la misma celebración. Reír juntos en un espacio cultural es reconocer que la cultura también se construye desde la alegría, desde esos gestos sencillos que nos unen.

Grupo de personas en el museo de Bogotá sonrie jugando juegos de mesa

En el cumpleaños del Museo de Bogotá esa unión cobró un sentido especial. No se trataba solo de conmemorar un aniversario institucional, sino de celebrar a la ciudad misma y a las personas que la habitan. Cada actividad, cada encuentro y cada sonrisa reafirmaron la importancia de reunirnos alrededor de la memoria y el arte. Así, el Museo se convirtió en un lugar donde no solo se celebró la ciudad, también, se vivió colectivamente, como un corazón que late al ritmo de todos sus habitantes.