En Bogotá, el patrimonio no es un concepto anclado en el pasado, sino un presente vivo que habitamos, disfrutamos y transformamos cada día. Esa ha sido la apuesta del Mes del Patrimonio 2025: ponerlo en movimiento para conectarlo con distintos territorios, colectivos y generaciones; para que dialogue con la ciudad real que construimos y soñamos. Bajo el lema “Raíces que nos conectan”, proponemos reconocer que esas raíces no solo nos vinculan con las memorias heredadas, también nos permiten proyectar un horizonte común hacia el futuro.
Este año hemos querido mostrar el patrimonio en su integralidad, en lo material y lo inmaterial, lo urbano y lo natural, lo heredado y lo que está naciendo. Por eso, en la programación conviven recorridos por espacios emblemáticos —como la Plaza Cultural La Santamaría y los parques y jardines que tejen Centro Histórico y Teusaquillo— con talleres de arqueología para niños y niñas en la Casa Pardo, o con experiencias que celebran la cultura bogotana de la bicicleta desde la voz de las mujeres. Cada actividad abre la posibilidad de mirar de nuevo nuestra ciudad, reconociendo que el patrimonio no está guardado en vitrinas, sino en los lugares que habitamos diariamente, en las prácticas que nos sostienen y compartimos como ciudadanos.
El patrimonio, sin embargo, no puede pensarse solo en clave de memoria: requiere sostenibilidad integral. Esto significa que no basta con conservar físicamente los bienes, sino que debemos garantizar su sostenibilidad social, administrativa, financiera y jurídica. Allí los Planes Especiales de Manejo y Protección – PEMP del Centro Histórico, de Teusaquillo y del Parque Nacional cumplen un papel fundamental, se trata de verdaderas hojas de ruta que nos marcan el camino para articular el patrimonio con la planeación urbana, la innovación pública y la construcción de una ciudad más justa y sostenible.
En ese mismo sentido, es urgente reconocer el patrimonio natural como parte esencial de nuestra vida urbana. Los cerros, los ríos, los humedales y los parques han sido los primeros ordenadores de Bogotá y hoy son también un patrimonio que debemos cuidar. Recorridos como “Juntando caminos, parques y jardines entre Centro Histórico y Teusaquillo” nos recuerdan que la sostenibilidad ambiental no es un asunto aparte, es un hilo inseparable del patrimonio cultural.
Otro eje irrenunciable es la diversidad cultural. Nuestro patrimonio está hecho de los legados de pueblos indígenas, afrodescendientes, comunidades campesinas, gitanas y comunidades LGBTIQ, así como de colectivos artísticos y sociales que han resistido y transformado la ciudad. La programación de este mes recoge esa pluralidad: desde la exploración de la tradición teatral de creación colectiva hasta los relatos de mujeres ciclistas que convirtieron la bicicleta en una herramienta de libertad y autonomía. Todos estos patrimonios, distintos y complementarios, nos recuerdan que Bogotá se construye desde la diferencia.
También hemos puesto un énfasis especial en las nuevas generaciones. Los talleres de arqueología para niños y niñas, el trabajo pedagógico con Civinautas y las experiencias diseñadas para adolescentes buscan que la niñez y la juventud encuentren en el patrimonio una fuente de curiosidad, de aprendizaje y de apropiación. Serán ellos quienes asuman la tarea de cuidar y recrear este legado en los próximos años, y es nuestro deber ofrecerles herramientas significativas y contemporáneas para hacerlo.
Finalmente, quiero resaltar que este Mes del Patrimonio también es una invitación a pensar el horizonte del quinto centenario de Bogotá en 2038. Así como el cuarto centenario marcó un hito de transformación cultural y urbana, debemos preguntarnos cómo queremos llegar al siguiente centenario. El reloj ya está corriendo, y desde el sector patrimonial hemos comenzado a trazar esa visión con planes estratégicos como los PEMP, con instrumentos de ordenamiento cultural y con el Plan de Cultura 2038, que será brújula para todo el ecosistema artístico y patrimonial de la ciudad.
Celebrar el Mes del Patrimonio no es, entonces, un acto nostálgico. Es una oportunidad para reconocernos en lo que hemos heredado, en lo que vivimos hoy y en lo que proyectamos hacia el futuro. Bogotá es una ciudad de patrimonios múltiples y dinámicos, que se revelan en cada calle, en cada práctica cultural, en cada parque, en cada memoria compartida. El compromiso es colectivo: cuidarlos, disfrutarlos y ponerlos en movimiento para que las raíces que nos conectan sigan creciendo hacia el porvenir.
Todo esto sería impensable sin las alianzas interinstitucionales. Este mes se articula con el Jardín Botánico, la Secretaría de Ambiente, el Instituto Distrital de las Artes – Idartes, el Museo de Arte Moderno de Bogotá – MAMBO, la Fundación Gilberto Álzate Avendaño – FUGA, bibliotecas públicas y universidades, además de la oferta de la Secretaría de Recreación y Deporte que integra deporte y patrimonio. Ese tejido colaborativo fortalece la programación y muestra que el patrimonio es responsabilidad compartida.
Columna publicada originalmente en: https://bogota.gov.co/