Entretejiendo lazos: el San Juan y el Eduardo Santos fue mucho más que una jornada comunitaria; fue una acción simbólica y sensible de activación patrimonial. En el Parque Eduardo Santos, vecinas, niños, artistas y bordadoras se reunieron para recordar y proyectar los vínculos entre su barrio y el Hospital San Juan de Dios, uno de los complejos más emblemáticos de Bogotá.
Organizado por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural – IDPC en su rol como Ente Gestor Transitorio, este encuentro forma parte de los procesos que buscan reconocer la memoria viva del San Juan a partir de la participación comunitaria, los oficios del cuidado y la reconstrucción simbólica del tejido social. La bata Sanjuanera —prenda colectiva iniciada por mujeres del hospital y del barrio— se volvió nuevamente el hilo conductor para entretejer relatos, afectos y una apuesta común por resignificar el patrimonio desde la vida cotidiana.

La jornada comenzó en el Auditorio de la Junta de Acción Comunal del barrio Eduardo Santos, donde vecinas, niños, artistas y bordadoras se reunieron para dar vida a un encuentro que celebró los lazos históricos entre su comunidad y el Hospital San Juan de Dios. Convocada por el IDPC, esta actividad propuso mirar el patrimonio como relación viva, en proceso.

Dentro del auditorio, las mesas se cubrieron de hilos, botones, retazos de tela y dibujos de batas hospitalarias. Lo que parecía una jornada de bordado era, en realidad, una conversación silenciosa entre generaciones, memorias e imaginarios de cuidado. El espacio se transformó en taller de afectos, donde cada objeto narraba.
La bata Sanjuanera, prenda iniciada en 2022 por mujeres del hospital y del barrio, se desplegó nuevamente como archivo textil en construcción. Sobre ella, se bordaron nuevos fragmentos de historia, de lucha, de vida cotidiana: un ejercicio de memoria activa que reconfigura el patrimonio desde lo colectivo y lo femenino.


El taller de fotobordado invitó a intervenir imágenes históricas del barrio. Con aguja e hilo, vecinas y vecinos señalaron lugares significativos en sus trayectorias: esquinas, pasajes, fachadas que guardan huellas personales y sociales. Bordar sobre la imagen fue también reescribir la historia desde abajo.

Las niñas y niños del barrio participaron del “Boticario de Sabores del San Juan”, una propuesta lúdica para vincular la infancia con los saberes territoriales. Cada frasco preparado por los niños contenía una “fórmula para curar el olvido”: una mezcla sensorial y simbólica con la que se llevaban a casa un recuerdo tangible del hospital y sus vínculos con la comunidad. En sus manos, el patrimonio se volvió semilla.

Durante el recorrido “Historias compartidas”, las voces del barrio ocuparon el centro: Inecita, de más de 80 años, evocó a su hermana enfermera en los años 60; un joven relató cómo el San Juan alimentó su sueño de ser médico. En esos relatos, el hospital se reactivó como memoria viviente.

Entretejiendo lazos fue un acto de cuidado patrimonial. No solo se bordaron telas, también se hilvanaron vínculos, palabras y emociones. En salones comunales, lo patrimonial se construyó en forma de encuentro: el hospital no como monumento cerrado, sino como relato compartido.

El IDPC, en su rol como Ente Gestor Transitorio del San Juan, reafirma que el patrimonio se activa desde el territorio, a través de la escucha, el arte, la memoria y la participación. Esta jornada no solo tejió historias pasadas, sino la posibilidad de un futuro colectivo para el hospital y su entorno.