Este programa persigue el objetivo de activar la salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) en la ciudadanía, fortaleciendo las capacidades de investigación y gestión a nivel local, con base en una metodología participativa que propicia el diálogo de saberes y la exploración de los territorios.
Este programa involucra activamente a los habitantes de las localidades en la identificación y divulgación del PCI local desde su conocimiento y la valoración de aquello que consideran parte de su herencia cultural, memoria e identidad. De esta manera Patrimonios Locales ha logrado dar alcance a un principio fundamental de la política pública de PCI y a la misión del IDPC, dado que reconoce la participación como aquello que hace viable la salvaguardia, y así, garantiza el ejercicio de los derechos culturales por parte de la ciudadanía.
Este programa está basado en una metodología diseñada en un ciclo de tres fases de formación y trabajo participativo en territorio, que se suceden de la siguiente manera:
Fase 1: Sensibilización sobre patrimonio inmaterial y exploración del territorio
Fase 2: Identificación de manifestaciones culturales, investigación local y elaboración colectiva de productos de divulgación.
Fase 3: Herramientas para la gestión social y la salvaguardia del PCI.
La lista que se presenta a continuación es una selección de algunas manifestaciones patrimoniales emblemáticas, que han sido identificadas en el marco del programa Patrimonios Locales y otros procesos de investigación. En este sentido, es el resultado de procesos colectivos de toma de decisiones y generación de acuerdos lo que implica que pueden ser redefinidas en el marco de los procesos participativos que se están llevando a cabo en Bogotá.
La agricultura urbana es una manifestación de fuerte presencia en Bogotá. Consiste en la transmisión de prácticas y saberes agroalimentarios que, como se ha podido constatar en las investigaciones de Patrimonios Locales, tiene las particularidades de que se hace de forma orgánica, está en estrecha relación con las migraciones del campo a la ciudad, constituye una praxis por la soberanía alimentaria y participan diversidad de portadores, tanto adultos mayores como adultos y jóvenes, aunque también se involucran niños como estrategia para la continuidad de la práctica. Se realizan actividades desde la preparación del suelo, siembra, cuidado, cosecha, intercambio de semillas, preparación de abonos, fertilizantes y repelentes hasta desarrollos más complejos como construcción de terrazas, elaboración de pacas digestoras y experimentación para obtención de materiales biodegradables.
“La huerta” es la unidad de producción más común, y las hay comunitarias, caseras, escolares y terapéuticas. Algunas fueron creadas en espacios públicos a partir de procesos de organización social por la protección de cuerpos de agua, como los humedales Jaboque y Tibabuyes en Engativá, o la lucha por la recuperación de espacios de riesgo por abandono y escombros en la zona del Alto Fucha de la localidad de San Cristóbal. En estas localidades la existencia del borde urbano/rural da lugar a huertas ensambladas directamente sobre suelo, mientras que en localidades como Barrios Unidos y Antonio Nariño son más frecuentes huertas caseras en terrazas, haciendo uso de macetas y otros recipientes.
Aromáticas, legumbres, hortalizas, verduras, frutales, abejas y mariposas son el paisaje habitual de estos espacios en los que productos nativos como el maíz y el frijol persisten al lado de compostas que reducen la cantidad de residuos orgánicos que diariamente son desaprovechados al ser enviados al relleno de Doña Juana.
Esta manifestación se refiere a los conocimientos y prácticas que constituyen y dinamizan el comercio tradicional de hierbas de esta plaza ubicada en el barrio Samper Mendoza de la localidad de Los Mártires. Los saberes asociados a este comercio involucran la identificación y conocimiento de los tipos de plantas, sus propiedades, usos medicinales, gastronómicos, aromáticos y esotéricos, y también sus lugares y épocas de cultivo y cosecha. Este conocimiento circula de manera continua en el diálogo entre los mismos comerciantes, y entre compradores y vendedores, quienes comparten las bondades de sus productos y dan testimonio de su efectividad. Las actividades relacionadas con la organización y funcionamiento del comercio, como el montaje de los puestos, la selección y organización de las plantas, su mantenimiento o los diferentes roles de las personas que trabajan allí, también hacen parte de esta manifestación.
Los saberes y prácticas asociados a este comercio tradicional implican una entrañable conexión entre lo urbano y lo rural, ya que involucra un sistema de conocimientos medicinales y agrícolas que provienen de la tradición campesina. Conocida popularmente como “Plaza de las yerbas”, este espacio es el centro de acopio de plantas medicinales más grande de Colombia, allí se comercializan cerca de 3.000 hierbas, recibe a productores y distribuidores de diferentes partes del país y abastece también otros espacios donde hay comercio tradicional de hierbas en la ciudad, como la plaza de mercado de Fontibón. El mercado de hierbas nació a comienzos del siglo XX en un barrio popular bogotano donde habitaban los empleados de la Corporación Ferroviaria, y desde que funciona en la plaza Samper Mendoza las yerbas se comercializan en dos jornadas de 11 p.m. a 5 a.m., de lunes a martes y de jueves a viernes.
En San Cristóbal perviven tres oficios artesanales enfocados en la producción de objetos de vidrio: tallería o talla en vidrio, soplado a la caña y vidrio al soplete o a la flama. Estos oficios se practican en el territorio desde la década de 1940, época en la cual se asentaron fábricas como Vidriera de Colombia, Vidriera Bogotá y Cristal Artístico, las cuales emplearon gran parte de mano de obra local, llegando, incluso, a involucrar familias completas. Si bien las fábricas fueron desapareciendo por la llegada del vidrio importado y por el re-ordenamiento territorial, los tres oficios que comprenden esta manifestación patrimonial se han seguido transmitiendo generacionalmente.
Los tres oficios constituyen una alternativa ocupacional y productiva de la gran mayoría de sus portadores, artesanos conocidos popularmente como “vidrieros”. La manifestación ha sido transmitida de maestros a aprendices, muchos de los cuales son parientes entre sí. Cuando las técnicas son aprendidas, cada maestro desarrolla sus propios trucos y herramientas. En su gran mayoría, estas técnicas se aplican para la elaboración de objetos convencionales de uso doméstico o de laboratorio, pero con el paso del tiempo, los maestros han dinamizado la tradición con nuevos conceptos de forma y color que han enriquecido la manifestación con elementos artísticos y les han abierto la posibilidad de participar en exposiciones y muestras en vivo.
En su mayoría, los oficios del vidrio se practican en talleres caseros familiares, aunque también en pocos talleres semi industriales e, incluso, en el Museo del Vidrio, que desde el año 2014 se ha consolidado como un actor comunitario fundamental en la salvaguardia de la manifestación. Los oficios del vidrio constituyen una tradición viva, de carácter familiar y comunitario, que goza de un gran reconocimiento local al haberse consolidado como uno de los principales referentes de memoria e identidad de los habitantes del territorio que actualmente conocemos como localidad de San Cristóbal.
La Fiesta de Reyes Magos y Epifanía del barrio Egipto es una de las festividades tradicionales más reconocidas de Bogotá, se celebra el primer fin de semana de enero y se extiende a lo largo de tres días, durante el “puente de reyes”, con el fin de conmemorar la llegada de los reyes magos. Esta fiesta combina elementos de orden religioso y secular, donde la iglesia de Nuestra Señora de Egipto y la plazuela del barrio son el epicentro de la celebración. Allí se desarrolla la tradicional misa y el denominado auto sacramental, una obra teatral que representa la llegada de los reyes magos al nacimiento de Jesús. Otros elementos fundamentales de la fiesta son la venta de comida y bebidas tradicionales, entre los que sobresalen la pelanga y la chicha, así mismo juegos tradicionales como el concurso de la vara de premios, la rana y el tejo, entre otros. Anteriormente, la quema del diablo (un muñeco con pólvora colgado en lo alto de la iglesia) marcaba el fin de la festividad a manera de ritual, para comenzar un nuevo ciclo.
En la memoria colectiva, la mayoría de los habitantes del barrio coinciden en que el origen de la fiesta data de principios del siglo XX, con la búsqueda de fondos para la renovación de la iglesia. No obstante, a partir de la investigación adelantada por el IDPC, se han identificado documentos históricos que sugieren que esta fiesta hace parte de una tradición festiva cuyos orígenes se remontan a La Colonia, con la fundación de la ermita Nuestra Señora del Destierro y la Huida a Egipto en 1558. Lo cierto es que la fiesta de Reyes Magos ha permanecido en el barrio Egipto durante más de un siglo y hoy sigue siendo un referente de tradición, memoria colectiva e identidad para sus habitantes.
El proceso de elaboración de chicha se ha transmitido a través de varias generaciones, llegando a convertirse en símbolo de resistencia del legado ancestral indígena y de las costumbres campesinas. A lo largo de la historia, ha resistido la difamación sistemática de la industria de bebidas alcohólicas, los gobiernos y de la prensa.
Se registra elaboración de chicha a partir de la fermentación de diversos alimentos. En Bogotá encontramos presencia de chicha de siete granos (molidos, tostados y fermentados), chontaduro, arracacha y durazno, entre otros; además, los saberes asociados a la preparación de bebidas fermentadas incluyen el masato (fermentado de yuca, arroz, maíz o piña principalmente) y el guarapo (o jugo de caña de azúcar). La chicha a base de maíz prevalece en el contexto del altiplano cundiboyasense. En Bogotá se produce, comercializa y consume chicha como una actividad asociada a prácticas festivas y de celebración, como reuniones familiares, fiestas populares y religiosas. Estos saberes encuentran presencia en diversas localidades de la ciudad, siendo los más conocidos:
Al finalizar 2019, el equipo técnico del IDPC ha desarrollado este proceso en 9 localidades de la ciudad, así: En Bosa, Usme y Los Mártires, se adelantó el ciclo completo (3 fases), en Barrios Unidos, Engativá, Fontibón, Kennedy, Antonio Nariño y San Cristóbal el proceso ha avanzado hasta la fase 2.
Los resultados de los procesos de investigación que se adelantan a nivel local en la fase 2 se consigan en publicaciones cuyos contenidos son desarrollados en estrecha colaboración con los participantes del programa.