Son las 8:30 de la mañana de un viernes en Bogotá. La ciudad está soleada, brillante, con un viento que despeina a cualquiera y la Brigada de Atención a Monumentos – BAM del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural – IDPC está lista para iniciar la jornada de primeros auxilios a La Rebeca, una escultura muy característica del barrio San Diego entre carreras 12 y 13 con calle 25 en la localidad de Santa Fe, para remover, por cuarta vez en el año, grafitis y adornos hechos por la ciudadanía. En esta ocasión un manchón negro cubre su pecho, espalda y parte del ropaje que arropa sus piernas y un rayón negro sobresale en la pileta de Neptuno.
La Rebeca que habita la fuente con la cara de Poseidón, el dios griego de los mares y que en algún tiempo recibió patos que nadaron allí, fue la primera escultura de una mujer semidesnuda instalada en el espacio público, en 1926. El autor de esta obra es un misterio, unos dicen que el expresidente Laureano Gómez la trajo de París, y otros, que fue una solicitud del Ministerio de Obras Públicas de la época a la Marmolería Italiana de Bogotá.
Hoy la BAM, con su equipo de restauración, acudió a este espacio para hacer una de las labores en las que es experta, cuidar los Bienes de Interés Cultural Mueble de la ciudad. Para esto, Laura Cumbalaza, restauradora residente del IDPC, cuenta que la obra nunca va a volver a su estado original pues ha sido vandalizada en múltiples ocasiones y el mármol, material del que está hecha la escultura, es poroso y absorbe las pinturas con que hacen los grafitis, así que lo mejor que pueden hacer es usar solventes adecuados para remover las intervenciones y tratar con mucho cuidado la pieza.
“Esta es la cuarta vez que venimos en este año. En anteriores ocasiones le pintaron el cabello de dorado, la cara de verde, también le cubrieron su pecho con pintura blanca. La Rebeca es una de las esculturas más intervenidas, de hecho el plato con el que ella recoge el agua cada vez está más roto. Para remover las pinturas, hacemos pruebas con los solventes por secciones, ya que el material, sobre todo el de la espalda, está muy deteriorado por esas intervenciones. Este trabajo, mínimo, nos toma un día porque dependemos de la forma como actúa el químico”, afirmó la restauradora.
Esta escultura, que para algunos está ubicada en un lugar olvidado, es la compañía de transeúntes y habitantes de calle que encuentran consuelo en su mirada, por eso, muchos dicen que en este enamoramiento la cubren para que nadie la vea, y es que ha habido ocasiones en que hasta ropa le han puesto a esta mujer nombrada así, Rebeca, en alusión a la mujer que en el libro bíblico del Génesis da de beber a los camellos y a los criados del patriarca Isaac.
Amor, revolución, rebeldía, y más razones ha tenido el público de La Rebeca para pintarla, sin embargo, como dice Javier Guevara, un transeúnte de la zona, “los monumentos hay que cuidarlos porque cuentan la historia de la ciudad”.