Con un espíritu inclusivo, y como un derecho de toda la ciudadanía, el IDPC con ocasión del Mes del Patrimonio, este 11 de septiembre llevó a cabo un recorrido por la casona de Villa Adelaida con un grupo de niños, niñas y adolescentes que viven en Ciudad Bolívar. El grupo asistente pudo re-conocer, descubrir, experimentar y disfrutar la riqueza del patrimonio cultural de la ciudad, con énfasis en lo sensorial.
Acorde con el lema de esta edición del Mes del Patrimonio, Un encuentro de sentidos: Re-conociendo los patrimonios de Bogotá, el equipo de Enfoque Diferencial de niños, niñas y adolescentes del IDPC y el equipo de educación del Museo de Bogotá, diseñaron esta actividad como una apuesta por la democratización de los patrimonios, que invita a las poblaciones y a los territorios a sentirlos, compartirlos y reflexionarlos con la intención de visibilizar sus aportes a la construcción del patrimonio cultural de la ciudad.
Para Patrick Morales, director del IDPC, quien acompañó el recorrido, “la experiencia que vivimos con los niños y niñas que viven en Ciudad Bolívar fue muy especial y se pensó porque este espacio fue concebido como un espacio pedagógico y de aprendizaje para que los niños y niñas que vivían en ese entonces tuvieran un contacto con la naturaleza y con la arquitectura en un momento en que la ciudad no tenía tan cercanos esos contactos en términos educativos. Este recorrido fue la oportunidad para que niñas y niños tuvieran una experiencia sensorial, para descubrir el patrimonio desde los sentidos diversos, enmarcada en el mensaje de esta edición del Mes del Patrimonio”.
El recorrido por Villa Adelaida, la casona que renació en la capital, permitió a través de su historia y de la visión de su fundador, el educador Agustín Nieto Caballero, imaginar a niños, niñas y adolescentes esas viviendas y espacios soñados para crecer y disfrutar su infancia, a partir de un ejercicio que consistió en la interpretación de un personaje del futuro que le propuso al grupo de participantes la misión de imaginar, cómo deberían ser las casas y los espacios significativos para ellos y ellas en el futuro, debido a que la ciudad donde vivían no los hacía felices. En esta misión, los y las participantes emprendieron un viaje en el tiempo por esta, una casa antigua en la que pudieron descubrir otras formas de vida de épocas pasadas evidenciadas en elementos como el tamaño y los materiales de los espacios, la manera en que estaban representados los niños y niñas por su espíritu pedagógico y desde la educación, además de los oficios o labores que se realizaban allí.
Según Rodolfo Ulloa, arquitecto restaurador de la Casona: “Esta actividad le imprime vida a una obra arquitectónica, a una construcción, la casa vacía es importante, pero vacía es una pieza de museo, casi una pieza arqueológica pero en el momento en que es habitada por los niños y niñas da cuenta y testimonio de valores del pasado y le imprime ese valor adicional, más allá del valor documental, artístico, estético, o arquitectónico y es el valor humano, el sentido vital, donde los niños y niñas hacen sus propias lecturas e interpretaciones de lo que perciben”.
Posteriormente se realizó una carrera de observación en la que los niños y niñas participantes resolvieron distintos desafíos y encontraron diversas texturas y sonidos en el pasto, las piedras, escamas, cortezas, etc. El recorrido finalizó con una lluvia de ideas que permitió diseñar y construir las casas del futuro.
Sobre la histórica Casona que ya cumplió 100 años de construida
La Casona Villa Adelaida fue levantada por orden de Agustín Nieto Caballero, miembro fundador del Gimnasio Moderno, pedagogo, intelectual y empresario de la ciudad. La construcción de Villa Adelaida comenzó en 1920 y culminó a principios de 1921 sobre un predio llamado Minerva.
Los planos y la dirección de la obra fueron realizados por el arquitecto Pablo de la Cruz. La casa quinta lleva el nombre de la esposa de Agustín Nieto Caballero, Adelaida Cano. Es un gran ejemplo de arquitectura ecléctica de la época republicana.
Comparada con las viviendas de tradición colonial de la Candelaria. Villa Adelaida presentaba espacios diferentes como jardines, garajes, salones de piano, de billar y de juego, entre otros. La decoración de la quinta fue obra de varios artistas como Francisco Antonio Cano, Félix María Otálora y José Rodríguez, quienes elaboraron esculturas como portalámparas para la escalera principal.
El ornatista Colombo Ramelli participó con la decoración de varias paredes y techos de la vivienda. Luego de ser utilizada por la familia, la vivienda tuvo varios usos, entre ellos el de Legación de México, donde funcionó el Barón Club y el restaurante el Gran Vatel. Villa Adelaida está considerada como Bien de Interés Cultural de Carácter Nacional por medio de la resolución número 1479 del año 2004.
La historia de la Casona, está ligada estrechamente a la familia Nieto Cano, desde el principio, tanto en el repertorio formal como en su estructura arquitectónica se consideró la presencia de los niños y niñas en los diferentes espacios de esta; desde los jardines, las huertas, los establos, las salas de música y de juegos, la biblioteca, el cuarto de la cuarentena, diseñado para proteger a los niños y niñas de las enfermedades contagiosas y de todo lo que podía garantizar su salud, así como para estimular a través del juego y el estudio su imaginación y creatividad.