El Palacio de San Francisco es un Bien de Interés Cultural del ámbito Nacional que concentra en su fachada el carácter monumental con el que la Bogotá republicana quiso afirmarse como ciudad moderna. Concebido por Gastón Lelarge y concluido en 1933 bajo la dirección de Arturo Jaramillo y Alberto Manrique, este edificio materializa un lenguaje arquitectónico cargado de significado: columnas, cornisas y proporciones clásicas concebidas para proyectar orden y estabilidad en una época de transformaciones sociales.
En la parte superior, dos esculturas alegóricas completan esta narrativa: la Paz y el Trabajo, realizadas por Félix María Otálora entre 1930 y 1933. Elaboradas en concreto armado —un material asociado a la modernidad—, estas figuras coronan los frontones como emblemas del proyecto político que las originó: una ciudad que aspiraba a construir progreso bajo la promesa de armonía social. Hoy, estas piezas son algo más que vestigios ornamentales, son claves para entender cómo el poder se representó en la arquitectura y cómo el patrimonio nos interpela sobre los discursos que heredamos.
Ese relato, inscrito en piedra, enfrenta riesgos que no son superficiales. Sobre la fachada se extiende una capa verde de colonización biológica; costras negras qué reaparecen con la lluvia; los grafitis han penetrado la piedra y alterado su composición. A esto se suman manchas químicas, huellas del uso indebido de los espacios inferiores como puntos sanitarios y de basuras y el impacto del perchamiento masivo de palomas, que ha afectado cornisas, molduras y relieves escultóricos.
Cada una de estas lesiones compromete la autenticidad del inmueble y acelera un proceso de pérdida irreversible. Si no se actúa, la erosión continuará y el conjunto formal que da sentido a esta obra se fragmentará. Este deterioro no solo compromete la materia original, también altera la lectura arquitectónica del inmueble y debilita el valor simbólico del centro histórico, generando un efecto dominó en la percepción del espacio urbano.
Por esta razón, en el mes de julio, el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural —IDPC—, en articulación con la Gobernación de Cundinamarca, adelanta la restauración integral de la fachada. Durante cuatro semanas, las brigadas especializadas del IDPC, intervendrán su fachada, siguiendo criterios de mínima intervención, respeto por la materialidad y reversibilidad. Cada acción —lavados controlados, eliminación de biofilm, consolidación y reintegración cromática— será documentada para asegurar trazabilidad y orientar mantenimientos futuros. Se trata de una operación técnica, pero también de un acto cultural: trabajar sobre la materia no sólo para detener el deterioro, sino para proyectar su vigencia en el presente.
Este proceso de restauración ocurre en un momento clave, Bogotá se prepara para la Bienal Internacional de Arte y Ciudad BOG25, un escenario que propone mirar la urbe como espacio de creación y memoria. La recuperación del Palacio de San Francisco no es un gesto aislado, es parte de esa conversación sobre cómo habitamos y reinterpretamos lo que nos define. En la Avenida Jiménez, entre el tránsito cotidiano y los recorridos patrimoniales que acompañarán esta intervención, la ciudad tendrá la oportunidad de preguntarse qué significa conservar y cómo el patrimonio puede ser un lenguaje vivo para pensar el futuro.
Para Diego Parra, Director del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural,
“Intervenir el Palacio de San Francisco no es solo una tarea técnica: es un compromiso con la historia y con la ciudad que queremos proyectar. Cada piedra y cada escultura forman parte de un relato que debemos preservar sin congelarlo. Restaurar su fachada significa garantizar que este Bien de Interés Cultural mantenga su autenticidad y siga dialogando con la vida contemporánea. Coincidir con la Bienal Internacional de Arte y Ciudad BOG25 refuerza ese propósito: mostrar que el patrimonio es una plataforma para la creatividad, no un vestigio inmóvil.”
Cómo se recuperará el Palacio: rigor técnico y corresponsabilidad
La intervención del Palacio de San Francisco está regida por un marco normativo que asegura la protección del bien. Como inmueble de Nivel 1 – Conservación Integral, su tratamiento debe garantizar la permanencia de todos los valores materiales y formales que lo hacen irremplazable. Por ello, las acciones del IDPC se enmarcan en el Decreto 2358 de 2019 y en las Resoluciones 088 y 092 (2021-2023), que establecen que este tipo de bienes deben preservarse en su integralidad por ser irremplazables y de excepcional significación cultural, bajo los principios de mínima intervención, respeto por la materialidad y reversibilidad.
El Equipo de Intervención de Fachadas del IDPC trabaja sobre el conjunto arquitectónico aplicando una metodología gradual que inició con pruebas previas para evaluar la respuesta del material y evitar alteraciones físicas o químicas. Durante el mes de julio se realizarán limpiezas manuales controladas, eliminación del biofilm y lavados a baja presión. En zonas críticas se aplicarán morteros protectores como respuesta a las rayaduras, asegurando que cada acción sea reversible y documentada para orientar mantenimientos futuros. El procedimiento se ajusta al diagnóstico de cada elemento, aplicando gradación en la intensidad de la intervención para garantizar que se actúe únicamente donde es indispensable.
Más que un procedimiento técnico, esta intervención actúa como pedagogía urbana visible. Durante cuatro semanas, la ciudadanía podrá observar el proceso en tiempo real, convirtiendo la Avenida Jiménez en un aula abierta donde se demuestra que el patrimonio cultural no solo se protege, sino que se interviene activamente para garantizar su sostenibilidad. Recuperar la fachada del Palacio contribuye a dignificar el espacio público, revertir la imagen de deterioro en el centro histórico y fortalecer la percepción ciudadana del patrimonio como un valor colectivo. Como señala Jan Gehl en La humanización del espacio urbano, la calidad del entorno físico influye directamente en cómo las personas valoran y utilizan los espacios públicos.
Esta operación es posible gracias a la articulación entre el IDPC y la Gobernación de Cundinamarca, que combina recursos materiales, mano de obra especializada y gestión de permisos bajo la autorización del Ministerio de las Culturas, los Artes y los Saberes. Este modelo de corresponsabilidad institucional no solo asegura la sostenibilidad del bien mediante tareas de mantenimiento preventivo y protección, sino que constituye una ruta replicable para otras intervenciones en el centro histórico.
Esta intervención no termina con la entrega de la obra. Cada acción queda documentada de manera exhaustiva creando las bases para asegurar mantenimientos preventivos y evitar que el deterioro avance de nuevo. Además, se aplicarán morteros protectores en zonas vulnerables y protocolos de seguimiento que garanticen la sostenibilidad de la intervención a largo plazo.
El Palacio de San Francisco volverá a mostrar la riqueza material que lo hace único, pero también abrirá un espacio para reflexionar sobre cómo la ciudad se relaciona con su patrimonio. En el marco de la Bienal Internacional de Arte y Ciudad BOG25, esta restauración se suma a un diálogo mayor: cómo la creación contemporánea, la memoria arquitectónica y el espacio público pueden convivir para construir una Bogotá más consciente de sus raíces y más abierta a los imaginarios del futuro, en un escenario internacional que hará visible el diálogo entre patrimonio y arte.