Desde 1973, se eligió el 5 de junio como fecha para conmemorar el Día Mundial del Medioambiente, promovido por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) como el escenario más relevante para la divulgación de las causas ambientales.
La efeméride, cuya conmemoración se ha extendido toda la semana, invita no solo a la toma de conciencia sobre la difícil y apremiante situación global sino que se convierte en un llamado a reflexionar sobre los contextos cercanos que son víctimas constantes de las violencias medioambientales. Tal es el caso de Ciudad Bolívar, territorio marcado por la explotación minera y las actividades extractivistas legales e ilegales, la expansión urbana, el relleno sanitario Doña Juana y la contaminación del río Tunjuelo, entre otras prácticas que atentan contra el equilibrio del ecosistema, la salud y los derechos de sus habitantes.
La situación, de acuerdo con Diana Castillo, integrante del Área Educativa del Museo de la Ciudad Autoconstruida (MCA) y coordinadora de algunas iniciativas en el territorio, requiere una mirada integral y compleja que dé cuenta de la interrelación e interdependencia de las prácticas de daño ambiental: “si hay minería en un territorio, posteriormente va a haber expansión urbana; si hay arrojo excesivo de los escombros, posteriormente va a haber focos de inseguridad. Todo lo que pasa en nuestra localidad no es fortuito. Corresponde a un modelo de ciudad al que, desde distintos espacios en el territorio, tratamos de hacerle contrapeso con acciones específicas e iniciativas ciudadanas”.
En este contexto, el próximo 24 de junio, en el Museo de la Ciudad Autoconstruida, será inaugurado el dispositivo museográfico “Localidades de resistencia, comunidades de cuidado”, que busca justamente visibilizar los saberes y conocimientos de las comunidades de Ciudad Bolívar en torno al impacto ambiental, social y político de las actividades extractivas. Esta iniciativa es el resultado de un proyecto de investigación-creación que, desde su inicio, se trazó además el propósito de diseñar medios de expresión y acciones cívicas tendientes a contrarrestar la estigmatización y la discriminación que existen contra las comunidades del territorio.
El proceso, que ha implicado alrededor de un año de trabajo, se ha constituido asimismo en escenario de articulación entre los equipos del Museo, la Universidad de Quebec (Montreal, UQAM), la Universidad de Quebec (Chicoutimi, UQAC). Estas últimas, a través de la financiación de una subvención del Consejo de Ciencias Sociales y Humanidades de Canadá, se aliaron con el Museo de Bogotá y el MCA para ofrecer una beca para residencia artística llevada a cabo por el Colectivo Sustrato Artesanal y un dispositivo pedagógico realizado por colectivos de la localidad, entre los que se cuentan: Gestores de Paz Potosí, la Escuela Ambiental de Potosí, Sotavento, el Colectivo Mayaelo, Sineambore, Ñero Visión, la Libélula, la comunidad muisca del Tunjo, Güechatá, el semillero ambiental BioSierra, el Centro Experimental Juvenil y la Junta de Acción Comunal de la vereda Quiba Baja.
De acuerdo con Jennifer Carter, profesora de la UQAM y coinvestigadora, “la importancia del proyecto, para nosotras como investigadoras, reside en lo que este trabajo nos cuenta sobre las narrativas comunitarias en relación con las problemáticas ambientales; en tanto expresiones enraizadas en el tejido de la experiencia local, estos trabajos responden de manera convincente a contextos frágiles y revelan la riqueza y la diversidad de la manera en la que los y las residentes de Ciudad Bolívar cuentan la historia de las crisis ambientales a través del arte y de las acciones cívicas”.
“Localidades de resistencia, comunidades de cuidado” estará dispuesto para el público, en el piso de Prácticas Artísticas del Museo de la Ciudad Autoconstruida, hasta el próximo 31 de julio. Se trata, en últimas, de un esfuerzo colaborativo para posicionar lecturas concertadas sobre las problemáticas ambientales del Borde Sur de Bogotá y de la manera en que estas pueden ser narradas y expresadas para que el resto de la ciudad dimensione la magnitud de la situación y conozca –y reconozca– los esfuerzos de las localidades en el cuidado de sus territorios.