Si alguien camina hoy por el barrio El Muelle, en Engativá, y pregunta por la Iglesia Doctrinera que solía estar allí, recibirá miradas confusas. En su lugar, está el Colegio General Santander, un edificio que cumple una función educativa y que, con el tiempo, ha ocupado el espacio donde antes se alzaba la iglesia. No hay campanarios, ni vitrales, ni la presencia de un edificio que por más de 400 años fue el centro de la vida de Engativá Pueblo, pero la iglesia existió. Y aunque sus muros fueron derrumbados, su historia no se perdió.
Hoy, gracias a un grupo de investigadores y gestores culturales, y a los relatos de la comunidad, es posible volver a entrar a la Iglesia Doctrinera de Engativá. No en la plaza donde estuvo, sino en el metaverso.
El colectivo Memoria Engativá se propuso una tarea ambiciosa: reconstruir digitalmente la iglesia desaparecida, no solo como una maqueta, sino como un espacio inmersivo en el que cualquiera puede recorrer su interior y descubrir su historia. “No encontramos esta historia en ningún libro», explica Camilo Bautista, integrante del colectivo e historiador. “Decidimos usar nuevas herramientas para divulgarla”.
Este trabajo fue reconocido en 2024 con la Beca Memoria y Patrimonio Emma Reyes del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural – IDPC, que apoya investigaciones sobre espacios desaparecidos y su impacto en la memoria de la ciudad. Pero antes de llegar al metaverso, la iglesia tuvo que ser rescatada del olvido.
Reconstruir la memoria, un testimonio a la vez
La historia de la iglesia de Engativá Pueblo no es sencilla. Fundada en 1544, la iglesia sufrió múltiples colapsos a lo largo de los siglos. Fue reconstruida varias veces hasta que, en 1968, las autoridades decidieron trasladar su congregación a un espacio temporal con la promesa de construir una nueva. La promesa nunca se cumplió.
La iglesia original fue demolida poco a poco. Algunos recuerdan que los propios vecinos contribuyeron a desmantelarla, con la esperanza de que en su lugar se levantara una gran catedral. Otros cuentan que, simplemente, fue cayendo con el tiempo. Lo último en desaparecer fue la fachada. Y el único vestigio que sobrevivió fue una puerta que llevaba a la sacristía. Todo lo demás quedó reducido a escombros.
Cuando el colectivo Memoria Engativá comenzó su investigación, no había planos detallados ni registros completos de la iglesia. La única forma de reconstruirla era escuchando a quienes aún la recordaban.
Caminaron por el barrio, tocaron puertas, buscaron en archivos. Revisaron documentos en el Archivo General de la Nación y la Arquidiócesis de Bogotá. Pero los documentos eran fragmentarios. Lo más valioso estaba en la memoria de los habitantes más antiguos.
“Las personas que conocieron la iglesia son muy mayores”, explica Bautista. “Algunas ya no recuerdan con precisión, pero entre varios testimonios, fuimos armando la imagen”.
La iglesia en el metaverso: una memoria para el futuro

Memoria Engativá decidió reconstruir la iglesia de Engativá en un espacio donde el tiempo no la pudiera volver a borrar: el metaverso.
El resultado es «Una aventura en el metaverso: Los Dolores en Engativá«, un entorno digital que permite recorrer el templo desaparecido y conocer su historia. No es solo un modelo, es un espacio habitable en el que cualquier persona puede caminar por sus pasillos, ver su altar y entender por qué este edificio fue tan importante para la comunidad.
Este tipo de reconstrucción no solo rescata un patrimonio perdido, también lo hace accesible para nuevas generaciones. «Queremos que los jóvenes se acerquen a la historia de su localidad de una manera distinta», dice Bautista.
Pero hay un desafío: las personas mayores que conocieron la iglesia no están familiarizadas con el metaverso. Por eso, el colectivo ha trabajado en generar espacios de acompañamiento para que puedan explorar la reconstrucción con asistencia. Porque esta memoria les pertenece a ellos.
Tres intentos para ganar, una comunidad para escuchar
Ganar la Beca Memoria y Patrimonio Emma Reyes no fue sencillo. Memoria Engativá participó tres veces antes de lograrlo.
En el primer intento, presentaron sin éxito una investigación sobre la hacienda Alto Grande, donde nació y vivió el expresidente Alfonso López Pumarejo. En el segundo, propusieron la reconstrucción de la iglesia, pero aún faltaban ajustes. Solo en el tercer intento lograron ganar.
“Fue un proceso de insistencia, de corregir, de aprender”, dice Bautista. «La memoria no se recupera en un solo intento. Se construye poco a poco, hasta encontrar la forma de que perdure”.
La memoria no se recupera en un solo intento. Se construye poco a poco, hasta encontrar la forma de que perdure.

Además de la reconstrucción digital, el colectivo entregó a los habitantes del barrio cerámicas conmemorativas, folletos y documentos con las memorias recopiladas. “Aunque muchos de ellos nunca visitarán el metaverso, su historia ahora está allí, protegida del olvido”.
¿Qué más se ha perdido sin que nos demos cuenta?
La iglesia de Engativá ya no existe en el mundo físico, pero ha encontrado un nuevo espacio para resistir el olvido. Ahora, cualquier persona puede visitarla y recorrer sus pasillos virtuales.
Pero la pregunta que deja este proyecto es otra: ¿cuántos otros espacios han desaparecido sin que nadie los haya registrado?
Bogotá está llena de ausencias. Y cada año, la Beca Memoria y Patrimonio Emma Reyes permite rescatar algunas de ellas. No es solo un premio. Es una invitación a traer de vuelta lo que hemos perdido.
Si hay un lugar que recuerdas, una historia que merece ser contada, una ausencia que necesita ser reconstruida, tal vez sea el momento de recuperarla.
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