Desde su traslado al Museo de Bogotá a comienzos de 2022 –decisión derivada de las conclusiones de las Mesas de Diálogo sobre Monumentos, promovidas por el IDPC–, la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada ha sido objeto de múltiples procesos participativos tendientes a promover la reflexión en torno a los sentidos de los dispositivos monumentales en relación con los usos del pasado y el espacio público en Bogotá. Dichos procesos han estado orientados por las distintas áreas del Museo y han contado con la vinculación de diversos sectores de la ciudadanía, entre los que se cuentan la academia –docentes y estudiantes de universidades y colegios–, la Fuerza Pública, la institucionalidad, entre otros colectivos, organizaciones y visitantes del Museo.
El primero de los procesos que cabe mencionar tiene que ver con el seguimiento y el acompañamiento a la intervención de conservación-restauración de la que fue objeto la escultura, tras el derribamiento por parte de la comunidad indígena Misak, cuyos criterios fueron establecidos en las mencionadas Mesas de Diálogo. Estos criterios han estado encaminados a conservar las huellas del evento ocurrido sin comprometer la estabilidad de la escultura.
Una vez ubicada en la huerta del Museo de Bogotá, los ejes conceptuales que orientaron las investigaciones y las intervenciones museográficas giraron alrededor de los usos del pasado en las narrativas que se emplazan en el espacio público y las conmemoraciones de la fundación de la ciudad. Se trata de un abordaje que se ha explorado, principalmente, en clave de preguntas en torno a los significados de los símbolos: ¿Qué narrativas encontramos en el espacio público? ¿Quiénes crean esas narrativas? ¿A quiénes representa? ¿Qué silencia o invisibiliza? ¿Quiénes faltan en esa narrativa? ¿Cómo pueden convivir diversas representaciones?
Con base en dichos desarrollos conceptuales, entre los meses de marzo y agosto de 2022, el Museo activó una serie de recorridos urbanos con el fin de conocer la historia y las motivaciones que justificaron los distintos emplazamientos de la estatua en diferentes puntos de la ciudad. Asimismo, durante el mismo periodo, se generaron espacios de diálogo y discusión entre diversos sectores de la ciudadanía, con el fin de promover el intercambio de miradas, versiones y sentidos; un intercambio que permitió reflexionar y escuchar lo que implica la comprensión plural con respecto tanto a la estatua como a lo que esta representa en la relación de las personas con el espacio público. En estas actividades participaron alrededor de 220 personas, pertenecientes, como se mencionó arriba, a distintos sectores de la sociedad.
Parte de estas reflexiones, en particular la diversidad de voces que han conversado en una especie de “diálogos improbables” –versiones que difícilmente se encuentran en un escenario común–, se materializó en la mini-serie audiovisual «Ciudadanías en Diálogo Vol. 1» –que se puede ver actualmente en Youtube–, y que busca, de un lado, conocer las distintas versiones con respecto a los sentidos de los monumentos y las representaciones en la ciudad y a las maneras en que leemos y asumimos el pasado desde el presente; de otro, profundizar en el diálogo como acto en sí mismo, como espacio de encuentro en y con el otro.
El espacio en que se encuentra actualmente la estatua en la Casa Siete Balcones del Museo de Bogotá se ha convertido también en escenario de intervenciones de los propios protagonistas del derribamiento –como ocurrió con Didier Chirimuskay, de la comunidad Misak–, así como de artistas e intérpretes del acto. Entre estas últimas, se destacan las acciones performativas y museográficas del artista Julián Santana, ganador de una beca para el Desarrollo de Proyectos de Creación para Artistas del Programa Nacional de Estímulos, del Ministerio de Cultura, y quien, en marzo de 2022, llevó a cabo un acto para «tumbar» pequeñas reproducciones de la escultura en distintas localidades de la ciudad. Adicionalmente, Santana adelantó una intervención museográfica con obras audiovisuales de su autoría.
Actualmente, la escultura de Gonzalo Jiménez de Quesada permanece en la huerta del Museo de Bogotá, dispuesta para interpelar y ser interpelada por la diversidad de voces que habitan la ciudad, a la luz del diálogo que se abre entre las representaciones del pasado, las interpretaciones del presente y las expectativas futuras de la ciudad.