En el centro histórico se han consolidado distintos nodos de actividades económicas entre las que se destacan la comercialización al por menor de textiles, botones, adornos, zapatos, trajes, prendas militares y sombreros que por su tradición y permanencia cuentan con una clientela acude desde diferentes lugares de la ciudad e inclusive desde municipios cercanos. Este comercio se relaciona igualmente con la presencia de oficios como la sastrería. Sus clientes se ven atraídos por la oferta económica, las relaciones de confianza y el reconocimiento popular de estos sectores. En algunos casos, la historia de estas tiendas está estrechamente relacionada con la llegada de inmigrantes a Bogotá: fabricantes italianos impulsaron las fábricas y tiendas de sombreros, mientras que los judíos, palestinos y sirio-libaneses todavía integran la comunidad de comercio de textiles y vestidos en el centro histórico.

La existencia de zapaterías en el centro histórico se identifica desde comienzos del siglo XX, sin embargo, a partir de los años sesenta disminuye su presencia en la zona por el crecimiento de la industria hacia el occidente y borde sur del sector antiguo. Por su lado, las sombrererías se ubican principalmente en la calle de los sombreros, lugar donde han perdurado algunos fabricantes y vendedores que se agruparon en este sector del centro desde mediados del siglo XX aproximadamente. Las sombrerías del centro son un vestigio de la moda bogotana de antaño y aún conservan entre sus clientes personas provenientes del campo que se acercan a la ciudad a vender sus productos y renovar sus sombreros.

Por otro lado, encontramos joyerías y relojerías, tiendas que se han consolidado como uno de los principales nodos de actividad económica tradicional en el centro histórico desde finales del siglo XIX. En la actualidad reúne más de 250 locales de comercio formal y agremiado, algunos orfebres y joyeros especializados en platería, pero también un número importante de comerciantes informales provenientes de diferentes zonas mineras del país, quienes comercializan esmeraldas en los alrededores de los almacenes. De esta forma se ha conformado una cadena de producción artesanal de joyería que atrae tanto a los locales como a los turistas. Las relojerías por su parte han decaído en visibilización, sin embargo, las pocas que permanecen han consolidado una clientela fiel que llega desde toda la ciudad.