Referirse a las Torres del Parque es remitirse a una leyenda en el mundo de la arquitectura. Rogelio Salmona, entre 1965 y 1970 nos regaló esta joya revolucionaria porque así era el arquitecto parisino criado en Bogotá. Gracias a sus estudios en la Universidad Nacional y su trabajo en el exterior desde una mirada crítica, compuso en la capital un estilo de diseño en donde el ladrillo cobró relevancia en un proceso que fue también entendido como una postura política por ser este el material usado por los albañiles bogotanos. Hoy 50 años después, el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural – IDPC, a través de tres recorridos y experiencias, acercó a más de 80 personas a esta obra que es monumento de la nación, así como al Parque de la Independencia, con el que se integra sutilmente.
Cuando Diana Montenegro era niña ayudaba a su familia en una cigarrería que quedaba frente a las Torres del Parque. Gracias a su participación en estos recorridos se activaron nuevamente sus memorias y recordó las tardes que jugaba en el viejo carrusel que alegraba las tardes de niños y niñas, y a todos los famosos que veía entrar a su negocio “me acuerdo, por ejemplo, de cuando me traían a las corridas de toros. También recuerdo las Torres del Parque, porque ahí vivían muchos actores de televisión. Creo que todavía deben vivir algunos. Entonces, sí, esos recuerdos me conectan con mi niñez”, comenta.
En el camino entre el Planetario de Bogotá, que fue el punto de encuentro de estos recorridos, y los senderos por el Parque de la Independencia, el equipo de Narrativas del IDPC compartió relatos, símbolos y afectos sobre algunas de las plantas que se encuentran en este lugar como palmas, araucarias, ojo de poeta o papayuelos, entre otras, “cuando la gente las ve, se sorprende. Primero, al empezar a distinguir especies entre lo verde, ya pueden decir: “Ah, bueno, esto es verde palma de cera o verde palma fénix”, “esto es verde, caucho”, o “esto es verde, araucaria”. Este reconocimiento del entorno por el que se transita cotidianamente asombra. Además, al rastrear los relatos, algunos míticos, otros vinculados a la tradición católica o a procesos de organización social, se enriquece nuestra relación con estos otros seres. Por ejemplo, Martha Rojas explica que aquí en las Torres del Parque se adelantó un proceso colectivo de pacas digestoras y huerta, como también la defensa del costado sur del Parque durante la construcción del Parque Bicentenario. Otros relatos están asociados a árboles frutales, que para muchas personas evocan recuerdos de antaño y dulces tradicionales, comentó Sol Gaitán, integrante del equipo de Narrativas del IDPC.
Esta relación entre el Parque de la Independencia y la nueva construcción habitacional fue el sueño de Salmona, quien decidió no cerrar el conjunto y así estimular el libre tránsito como un flujo natural por este sector antes separado por una calle vehicular. Por eso, las jardineras, la calle de las escalinatas y todos los árboles conviven entre quienes viven en las Torres y las y los transeúntes que van de la calle 5 a la 6 y de la carrera 27 a la 26. De hecho, ese fue uno de los atractivos para que hace 30 años Enrique Uribe y su esposa consideraran vivir en este sector.
“La vida aquí refleja una verdadera pluriversidad. Los estudiantes de la Universidad Distrital pasan por aquí, y si bajas por la Séptima, te encuentras con lo que se podría llamar la Bogotá profunda: una representación auténtica de lo que es este país. Las personas que viven aquí son diversas; aproximadamente un 20 % llevan más de 50 años residiendo en la zona”, afirmó Enrique.
En esa pluridiversidad que menciona Enrique también hay espacio para la economía propia de las Torres, pues en el primer piso hay diferentes negocios como panaderías, supermercados, negocios dedicados al té, y Soluciones, un local en el que se encuentra cualquier opción de regalo. “Participamos activamente en la vida del Parque y de las Torres. Es refrescante ver la relación y cómo estos espacios verdes se integran en la vida cotidiana de quienes vivimos y trabajamos aquí. Nos hemos involucrado en actividades comunitarias, como un festival de barcos que organizamos alrededor de la gran pileta del Parque. Este año, las Torres del Parque nos preguntaron si podíamos hacerlo de nuevo, y aunque no está formalizado ni registrado, lo hacemos por el simple disfrute de la gente”, contó Beatríz Betancur, socia de Soluciones.
Este Parque y las Torres generan una relación de hermandad e historia que sigue presente en Bogotá al acceso de todas las personas, solo basta con pisar sus escalinatas o caminos para sumergirse y devolverse en el tiempo e imaginarse aquel 1910 lleno de bogotanos y bogotanas con vestidos de paño, faldas, rusas y sombreros celebrando el primer centenario de Independencia, hoy celebramos que más de 100 años después siga siendo testigo del paso del tiempo y albergue con su particular encanto a quienes lo recorren.