En el corazón de Bogotá, ubicada en diagonal a la basílica del Voto Nacional y a la plaza de los Mártires, y justo detrás de la antigua dirección de reclutamiento del Ejército Nacional, se encontraba la calle del Bronx. Este lugar, desalojado en mayo de 2016 por la Alcaldía Mayor, fue reconocido durante años como foco del tráfico de drogas y como refugio de un buen número de habitantes de calle de la capital de Colombia.
Hoy, cuatro años después de su desalojo y posterior demolición, el Pedazo o La L, como llaman a estas calles sus antiguos habitantes, yace entre los escombros de lo que otrora fuera un hogar para quienes nacieron y vivieron entre bahareques, taquillas, máquinas tragamonedas y rockolas. Estas ruinas son testimonio silencioso de un mundo con historias de sufrimiento, violencia y exclusión, invisibles para muchos capitalinos. Allí, entre las grietas de los antiguos edificios, apareció una vegetación ruderal (del latín ruderis, escombro), cuyo crecimiento espontáneo recuerda, una vez más, que la vida vegetal insurge de lo inerte. En un medio que nadie creería apto para la vida, estas plantas se imponen entre losas quebradas, pátinas y rastrojos. Con su presencia dejan ver la paradójica relación entre el sufrimiento humano y la insurrección de especies como la suelda con suelda, usada por yerbateras y cuidadoras del centro de Bogotá para sanar huesos rotos.
Los restos materiales de lo que fue alguna vez la calle del Bronx surgen de la alianza y el conflicto con la naturaleza. ¿Qué tipos de ejercicios de memoria podríamos hacer para contar las historias subterráneas de este lugar? ¿Cómo narrar la violencia y la exclusión, sin perder de vista el cuidado y la resiliencia de todo lo viviente?
El herbario del Bronx se realizó tres años después del desalojo ocurrido en el Bronx, por parte de un grupo de exhabitantes de la L, quienes acompañados de varios investigadores, volvieron a su antiguo hogar para construir un herbario con las plantas que nacieron en las ruinas, en un ejercicio de creación y memoria. Su recolección se llevó a cabo de la mano de yerbateras de la plaza Samper Mendoza y de la jefa de Enfermería del antiguo Hospital San Juan de Dios, quienes, tras largos años curando y trabajando con plantas, brindaron su conocimiento botánico para clasificar y determinar los usos tradicionales, y darnos a conocer las propiedades de la vegetación ruderal de la antigua calle del Bronx.
Se trata de una perspectiva distinta sobre un territorio que aún signado por el conflicto, se manifiesta como un campo fértil nutrido por los rastros de quienes lo habitaron. Esa memoria de la tierra, del lugar, de las formas de vida que la ocuparon, permite hablar de transformación y de re-significación de ese rincón de Bogotá ubicado en la periferia del centro histórico, a través de la naturaleza ruderal.
Autores: Andrés Góngora, Ximena Castillo, Rayiv Torres
Año: 2020