La fascinación con la que los arqueólogos y arqueólogas interpretan el pasado a través de los estudios que realizan de los vestigios que encuentran como producto de las excavaciones resulta a veces difícil de ser transmitida. Y es que, desde la perspectiva de un observador desprevenido, un hueco profundo con marcaciones de niveles y uno que otro objeto a veces ininteligible no logran transmitir la proyección, interpretación y, sin miedo a decirlo, la imaginación que atraviesa el quehacer riguroso de estos profesionales para poder recrear la vida que habitó en otra época.
Esta publicación es precisamente una apuesta para mostrar esa emoción que está presente en los hallazgos de patrimonio arqueológico en Bogotá. Busca dar cuenta de las formas en que podemos interpretar el pasado a partir de los resultados rigurosos, técnicos y especializados de los informes de arqueología, pero mostrados de manera atractiva y de acceso para toda la ciudadanía, a través de un interesante uso de la ilustración y de la creación literaria.
Alejada del lenguaje que caracteriza su oficio, la narración se centran de forma íntima en la vida cotidiana Kinzha, una niña que nos habla de una familia muisca, y de los oficios y formas de vida que comprenden la alfarería, el tejido, la caza, la comida, los tintes, los animales y las formas de interactuar en su entorno y en su bohío. Kinzha da cuenta de lo que debió haber sido en aquel momento la rica vida en la cuenca del río Tunjuelo, hoy convertida en un lugar urbanizado en la capital, que ha dado la espalda al agua y que aparentemente olvidó a esos primeros habitantes.
La historia se reconstruye a partir del análisis y la documentación de los restos cerámicos y óseos, marcas halladas en el terreno, tintes, textiles y formas de enterramiento.
Las ilustraciones fueron realizadas por Elizabeth Builes, quien logró grácilmente ponerles rostro y color a los mundos de Kinzha.